Este año, cuando se conmemoran tantos aniversarios, hay una
fecha triste para los interesados en la historia de las ideas que vale la pena tomar en cuenta: En junio de 1984 falleció Michel de Foucault.
A pesar de la pose extendida últimamente en ciertos círculos españoles de
pensamiento conservador que tiende a desautorizar el pensamiento de este
historiador francés –nunca se consideró a sí mismo un filósofo y, menos, un
psicólogo–, es importante destacar que si hoy podemos admitir con propiedad que no es real la dicotomía biológica entre hombre y
mujer, y esta es consecuencia más bien del sistema de representaciones culturales que configuraron el sistema de poder occidental y que terminaron por eternizar el
falocentrismo en las sociedades occidentales es porque el autor de Las palabras y las cosas se esmeró en señalar todas las formas en
que nuestra manera de referirnos a las cosas las configura. Aunque sea solo por
demostrarnos el poder de las palabras, Foucault tiene ya un lugar destacado en
la historia de la intelectualidad occidental.
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