Se
agarró el vientre hinchado y miró hacia el suelo donde, a pesar del fango que
lo oscurecía,
pudo reconocer el charco del líquido ocre. Se asustó porque nunca
había entrado en labores de parto. En esa época, la mayoría de las mujeres
casadas con la misma edad de mamá habían parido media decena de hijos, pero yo
iba a ser su primogénita. Mamá se dobló sobre sí misma y respiró hondo. Algo
estaba mal: yo no podía nacer en ese momento, porque papá y ella habían sacado
las cuentas con Teresa y habían concluido que todavía faltaban más de dos
semanas para mi nacimiento. Por eso papá se había marchado esa misma mañana a
resolver un problema en una de las haciendas, con la promesa de que tardaría
apenas lo necesario.
Pero el tiempo de los hombres es distinto al de las mujeres. Entonces nací yo, mujer. Inoportuna.
(Imagen: "A sweet expectation" Motherhood Series by KateHolloman)
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