Fareed Zakaria cayó en desgracia. Y volvió a levantarse. Así
opera el sistema de la fama televisiva, que trata por igual a Lady Gaga que a
uno de los periodistas más eruditos de la
TV estadounidense.
El conductor del programa bandera de CNN sobre asuntos de política internacional (GPS en CNN),
quien también posee una columna
en la revista Time (y es considerado Editor-at-Large de
esa revista o colaborador estrella) y columnista del Washington Post fue suspendido
de CNN y Time medios el viernes por tomar párrafos de un ensayo del New Yorker para su más reciente columna en
Time. Una versión de esa columna
sobre el control de armas fue publicada en el sitio de Internet de CNN. Zakaria
se disculpó, argumentando que había cometido un “terrible error”.
Los detractores del periodista Indo-Americano no tardaron en
aparecer. Según el Washington Post Zakaria
tampoco indicó en The
Post-American World (2008) que
había tomado una cita de otro libro. Pero el periódico pronto declaró que se había equivocado: dijo que tras una
inspección detallada, notó que Zakaria citó efectivamente a la fuente y que el
reportaje del Post no debió publicarse. “Lamentamos el error y nos disculpamos
con el señor Zakaria”, publicó.
Si bien recientemente, tanto CNN y Time levantaron la
sanción, la rapidez con la que los medios de la competencia condenaron al
periodista especializado en el análisis de la política internacional, queda en
evidencia que hasta los periodistas más eruditos están sometidos a la dictadura
de la popularidad.
CNN y Time señalaron haber revisado su decisión
del viernes y que llegaron a la conclusión de que el reciente fue un “lapsus”
periodístico” de Zakaria, piensan que fue un incidente aislado. GPS regresará
al aire el 26 de agosto y la columna de Zakaria en la Time
aparecerá en la revista del 7 de septiembre.
Creo que lo que le ocurrió a Zakaria debería ser una lección
para todos los periodistas de lo frágil que es la popularidad de los medios de
comunicación, en donde nadie, por desgracia, es imprescindible.
1 comentario:
Tengo que confesar que nunca le he tenido gran devoción al Dr. Fareed, a pesar de su pedigrí escolástico en las catedrales de la Liga de la Hiedra (Ivy League) y su paso por esa Biblia de las relaciones exteriores que es Foreign Affairs. Ocurre que siempre observo grandes dosis de las verdades de Perogrullo en sus artículos y, con una paleta tan rácana, me resulta imposible encontrar algo admirable en su obra. Para mí es un misterio inexplicable la estima que le prodigan los medios. Es más, creo que Zakaria es el mejor reflejo de lo que apunta Duncan Watts, palabra más, palabra menos, acerca de los expertos en el mundo de las ciencias sociales. Estos tienden a ser siempre pésimos pronosticadores de lo que nos trae el futuro porque se han engañado a sí mismos con el mito de que el futuro de las sociedades es pronosticable.
Si alguna lección saco de sus correrías por el mundo del plagio, es la de que mi olfato no me falla en presencia de los “aromas” que emiten ciertas celebridades y que algunas botellas lanzadas al océano, cuanto más vacías, mejor flotan.
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