Cuando una terminó su
soliloquio de reproches, cuando la otra acabó con las palabras altisonantes y
cuando aquel mesonero desgarbado les hubo retirado los vasos vacíos que antes
tuvieron cerveza, las amigas descubrieron que era fácil detestarse. El afecto entre
ellas pudo haber terminado como una coalición allí, en el último momento que pasaron
en ese bar, pero no era el estilo de una tomar una decisión tajante ni a la otra le gustaba forzar las situaciones. El cariño se les murió de mengua,
deteriorándose durante más tiempo del necesario.
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Magnífico
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