Madre mía que estás en el mito
pretende probar que la
maternidad virgen de María es el discurso fundamental de lo femenino en
Occidente. Como sistema ideológico, la fabricación que hicieron los teólogos de
la madre de Dios se convirtió en agente de modelos de femineidad que permitió
no sólo naturalizar la paradoja de una maternidad casta sino construir sobre
esta noción un entramado moral definitorio de la feminidad occidental que
otorga poderes casi de magia simpatética al sufrimiento y a la virginidad –que es
un estado físico y no espiritual– mientras los convierte en herramientas para subyugar
a las mujeres.
Madre mía que estás en el mito |
Dos modelos tomados del perfil mariano resultaron
de la construcción del mito que toma como vaga referencia la vida de una mujer
de Belén en tiempos del Imperio romano. Uno es el que la proclama como símbolo
de las grandes aspiraciones de la humanidad –el amor, la gracia y la
civilización, por ejemplo–. Allí las imágenes de la musa y de la Inmaculada
Concepción funcionan una como espejo de la otra. Otro es el modelo de la madre
abnegada, la construcción de la mujer como herramienta para el logro de las
aspiraciones de los hombres, que pasa por la elaboración de la equivalencia
entre sufrimiento y purificación que en el catolicismo va más allá de aquel
“Ángel del Hogar” que Virginia Woolf criticó en la sociedad protestante
victoriana.
Más que una historia “profana” de la construcción del perfil
mariano, Madre mía que estás en el mito cuenta
cómo esta maternidad casta cumple la doble función de proyectar su pureza sobre
la integridad épica del llamado Hijo de Dios y de encubrir la fantasía edípica
del incesto propuesta por la pareja que forman Cristo y María, mientras
proclama la castidad y la abnegación como modelos esenciales para las mujeres articulados
como estrategias imprescindibles para la elevación de la masculinidad.
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