La
contundencia de las imágenes y los relatos de la violencia en Venezuela a veces
se recibe en la opinión pública de Europa con escepticismo. Así, mis
compatriotas y yo sufrimos el segundo drama de representar lo indigno. El problema es que para eso echamos mano de
un sistema de comparaciones con otras realidades violentas, del pasado o del
presente, que pretenden familiarizar al extranjero con lo que para nosotros es trágicamente
cotidiano. Y el contraste no nos favorece.
Los intelectuales tenemos el desafío
de construir la nomenclatura específica que nombre la crisis venezolana sin apelar
a los discursos sobre el totalitarismo nazi, la violencia de estado en el
estalinismo o a las comparaciones con el populismo en Estados Unidos o Europa. En
el centro de nuestra tragedia hay un gobierno totalitario que ejerce violencia de
estado escondido en discursos populistas, pero no es el Tercer Reich ni la Unión
Soviética, tampoco Estados Unidos. La búsqueda de la empatía a través de la comparación
ha jugado en nuestra contra, aislándonos. En lo que no hemos podido nombrar se
cifra nuestra tragedia.
1 comentario:
Comparto plenamente esa opinión.Explicar lo que pasa en Venezuela es todo un reto.
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