sábado, 14 de febrero de 2009

Fragmentos de una carta al primer amor...


Una vez me importunaste con la pregunta de quién había sido mi primer amor. Con vergüenza me callé lo que ha debido de enorgullecerme: que no hubo hombre antes de ti. Me apenaba mi currículum vacío frente a la retahíla de vidas que tú conociste en otras. Mentí. Mentí y fue como seguir callada. ¿Cómo iba a decirte que antes de tenerte sólo poseía las brumas de historias inconclusas? Tenía miedo de que me hallaras insulsa. Escoge a un héroe de novelitas rosa o a cualquier imbécil que se te antoje en una plaza. Esos fueron mis amores; vacíos de sentido, fértiles en decepciones.


(...)


Sufriríamos aparte los vértices de nuestras soledades, pero entenderíamos que nuestra relación estaba signada para trascender, pero no para durar.

(...)

Perdóname amor, y que sea esta carta sin destinatario mi condena por la negativa a lanzarme irremediable y ruidosamente en las olas de tu pasión,

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Crédito Imágen: http://img507.imageshack.us/img507/6514/20051206162338beso1cq0.jpg

lunes, 2 de febrero de 2009

Tiempos aparte


El tiempo es una magnitud física que permite ordenar secuencias de hechos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. ¿Entonces qué quiere decir que los tiempos de dos personas no coincidan?
Si se conocen es que comparten la fulana “magnitud física”. Decir que difieren en “los tiempos” es una manera retórica de decir que no se entienden. O que se entienden, peor que no quieren las mismas cosas. Y eso no es un error de coincidencias de sus “tiempos” (o sucesiones de sus hechos íntimos), es un error de objetivos individuales. Es una manía tautológica del hablar decir que una relación no resultó porque no estaban en momento distintos. Yo no me lo creo, que me vengan con otra excusa. Porque si se quiere a otra persona, aunque sea un poquito, los tiempos, son lo de menos.
Lo más valioso del correr “del tiempo” es que uno avanza por la vida en las dimensiones espaciales y temporales intersectando a otros que viven sus propias dimensiones. El amor es justamente la ventana que se abre entre ambos espacios. Y si no tuvieran tiempos coincidentes, nunca se hubieran podido encontrar. A la postre, en el mundo cotidiano, el que implica pararse todas las mañanas cuando el reloj grita en código morse que hay que ir a trabajar, el símbolo del tiempo es un aparato de arquitectura complicada diseñada para que uno organice el día en función de prioridades. Si se vive en tiempos aparte, las prioridades son diferentes, entonces, ¿Para qué abrir ventanas entre quienes no tienen el mismo modo de ver la vida?
Sin excusas ni medias palabras: si no tienen el mismo tiempo ahora, no van a tener las mismas primacías nunca. Nada de culpar a las magnitudes físicas de asuntos que son específicos de las almas humanas.


Crédito de la imagen: http://www.ocompras.com/images/2008/04/reloj-sol-luz.jpg