viernes, 25 de enero de 2013

La invención del museo en la web


Más que impresionarme por la calidad de la exposición La invención concreta: La Colección Patricia Phelps de Cisneros, que acaba de inaugurarse en el Museo de Arte ReinaSofía de Madrid, me quedé pensando en las herramientas que ésta utiliza, como medida de la evolución que ha tenido en el último lustro la investigación y enseñanza de las artes plásticas.
En cuanto a curaduría, la muestra está muy por encima de otras vistas esta temporada en la capital española. Esto quizá se deba a que se afana en conceptualizar las relaciones entre las piezas presentadas y sus momentos históricos, algo que por desgracia no se vio en Gauguin y el viaje a lo exótico que cerró el 13 de enero en el Thyssen Bornemisza, donde los curadores ni mostraron nada nuevo sobre los aportes de su estética Made in Tahiti ni supieron responder a la pregunta hecha en el mismo recorrido sobre cómo los orígenes peruanos del artista esculpieron la fascinación que lo marcó.
La invención concreta, por su parte, es más bien un ejemplo de cómo la moda multimedia se impone dentro de la cultura y de las posibilidades que ofrece para los interesados en conocer mejor las artes plásticas, como estudiosos o como público en general. Me refiero a esto porque la página web bilingüe de la exposición se puede leer su sustento conceptual, ver las obras expuestas así como todos los textos de sala e incluso puede hacerse un recorrido virtual. Para los que no van a poder verla antes de que la retiren el 16 de septiembre, esto representa una ventaja porque estarán bien enterados de todo lo que hay allí. Pero a los nostálgicos como yo de las experiencias en persona quizá les quede una pregunta flotando en la mente: ¿puede irse al museo sin salir de casa?

lunes, 21 de enero de 2013

Con Nothomb todavía temblando


Quizá era la única que no había leído aún Estupor y tembloresEstupor y temblores de Amélie Nothomb, pero la semana pasada el destino me comprobó lo que explica Juan Villoro en El libro salvaje: que los lectores, más que encontrar libros, son encontrados por ciertas publicaciones. El caso es que estaba yo dándome La buena vida y cayó entre mis manos este título que en castellano va por la décima edición. Se trata de una novela brevísima sobre las vicisitudes de una joven belga trabajando en una empresa de consumo masivo en Japón. El título es especialmente revelador de la trama porque con “estupor y temblores”, debían dirigirse los subalternos al emperador en la época de los samuráis y es una actitud que ahora estructura la complicada ética empresarial de Japón. La narración se estructura sobre un hilo dramático sin saltos narrativos hacia pasado o futuro y está narrada en primera persona del singular, lo que contribuye a evidenciar su carácter autobiográfico del texto de la autora belga nacida en Kobe (Japón) en el año 1967. A ratos una parábola y otras una caricatura demasiado simplificada de la sociedad japonesa, Estupor y temblores seduce por el humor salvaje de la autora. Pero no es esto lo que hará que su sabor se quede varios días con el lector; es que la descripción de Nothomb de su superiora inmediata ––que a ratos parece crítica, pero la mayoría de las veces señala un embeleso propio del enamoramiento–– señala la relación dual con el poder (y con los poderosos) que, aunque queramos negarlo, tenemos todos. Y en el fondo de aquellos jefes intransigentes (y de los jefes de los jefes intransigentes) que describe la belga, cualquiera podrá reconocer sus traumas laborales, transcurrieran estos dentro o fuera de la inaccesible cultura asiática.