martes, 30 de agosto de 2011

Mary Shelley: lo abyecto, la sociedad y cumplir un año más…

Pocas de las casualidades que construyen de mi vida me producen tanta emoción como esta de haber nacido las misma fecha –aunque más de 300 años después– que Mary (Wollstonecraft) Shelley. Feminista, narradora y mujer admirable en lo profesional y humano, Mary hizo un aporte a la literatura que apenas ahora ha comenzado a tomarse en cuenta en la crítica occidental. Ya era hora.
Su filosofía personal y literaria coloca la mejoría social en el ejercicio responsable del poder político. Si bien yo no creo que pueda existir seriedad alguna en la política ni que la sociedad sea perfectible, a menos que se transformen las torcidas mitologías internas sobre las que cada ser humano ha construido su visión de la vida, tengo fe en lo mismo en lo que Mary: que la literatura tiene un una virtud transformadora y que en la comprensión de lo marginal se encuentra el sustento de comunidades más justas.

Dejo aquí, al vuelo dos citas suyas:

"Es difícil creeer que el destino del hombre sea tan bajo que le lleve a nacer sólo para morir"


NOTA:


Otra cosa que celebrar: !Esta es la entrada 101 del blog! :)

viernes, 26 de agosto de 2011

El pequeño moralismo de Juan José Millás

Creo que comencé con demasiadas expectativas a leer Lo que se de los hombrecillos, de Juan José Millás. Pero conforme pasé la barrera de las 50 páginas comencé a pensar que la razón de que la novela fuera tan corta es que no había mucho que decir. Está bien, pero es intrascendente. Y no hay nada peor en una obra de ficción que eso –quizá sí: ser aburrida– La dinámica brevedad del estilo periodístico de Millás evita que el lector se aburra, pero su argumento es predecible.

Para los que aún no a han leído (todo a Venezuela llega tarde) escribiré que se trata de la historia de un catedrático cuya supuesta vida apacible se ve interrumpida por la aparición de un pequeño homúnculo hecho de pedazos de su cuerpo, que le obliga a cumplir sus más pérfidos placeres, desde beber y fumar, hasta asesinar. He aquí lo que más me molestó de la anécdota: que el narrador (espero que no ocurra lo miso con el autor) asume que el camino hacia la maldad y la perdición comienza por el vino y los cigarros. Es moralismo de escuela elemental. El protagonista comienza a dejarse caer en placeros como el ocasional cigarrillo y a beber vino todos los días –¡Vino, por favor!– y acto seguido se le ocurre la idea a su minúsculo doble de que sería bueno matar a un ser humano. ¿Dónde está la lógica de esto? ¿Qué nos dice el señor Millas? En lugar de ocuparse de aclarar las conclusiones de una obra que desde la primera lectura parece moralista y de desarrollar imágenes interesantes como las conexiones entre la biología y la economía, así como los huevos y su relación con las ideas, se dedica a explorar, sin mucha profundidad, el tema del doble del que ya la literatura gótica decimonónica dejó un buen legado.

Hacia el final, cuando en vista de la falta de desarrollo psicológico de la idea del mal en el personaje era hora de mostrar una imagen a lo Poe de a perversidad, Millás evita cualquier conclusión moral y su protagonista se acobarda frente al hombre que había escogido para matar: “Éramos dos hombres, no dos bichos con artejos o apéndices. (…) Entonces comprendí que no era ese el día del crimen y en el momento mismo de entenderlo regresó la saliva a la boca (…) El hombrecillo que estaba encantado con las sensaciones corporales que le había provocado la salida del miedo de nuestro cuerpo como su entrada en él, no me reprochó que no hubiera matado”. Y el hombrecillo, que lo había instado a matar y había matado en su mundo de fantasía para que él disfrutara, se quedó con esa. Así quedó saldada la deuda, como un intercambio de miedos. No llegaré tan lejos como para decir que perdí mi tiempo leyendo el libro, como ocurrió con otros críticos en España, pero diré que he vuelto a Crimen y castigo, necesito leer a alguien que más allá de la moralidad quiera entender los vericuetos del alma criminal.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Buscar su lugar en el mundo (escrito)

Me paseo por los recorridos de la teoría femenina y siempre me da la misma impresión. Parece que, con su escritura, quieren imitar aquella que tanto critican, la de los hombres. Las dos corrientes que llevan la batuta en esto son la anglosajona y la francesa –no faltaba más, ¿no?–. La primera escuela intenta trazar la evolución de una literatura escrita por mujeres; la otra se preocupa por cómo el lenguaje construye la estructura patriarcal de la sociedad, en el caso de las feministas francesas. ¿No se parece esta écriture féminine (con sus “@”, sus terminaciones en masculino y femenino y con sus complicación de las oraciones) un poco a la écriture masculin? ¿Cuál de estas dos escuelas se preocupa mejor de cómo hacer semejante la experiencia de cadagénero?



martes, 16 de agosto de 2011

Criticar como escritor

"La escritura de ficción cambia el modo de leer y la crítica que escribe un escritor es el espejo secreto de su obra"
Ricardo Piglia

viernes, 12 de agosto de 2011

Educación religiosa

El gran problema de la educación católica, así como de su doctrina, es fundamentarse sobre la idea de la imperfección humana, como resultado del pecado original. Ese pesimismo se traslada al cuerpo, asumido no sólo como corrupto sino como siempre irremediablemente corruptible. Esta misma suposición sustenta la idea de la desigualdad de los sexos, excusada bajo el supuesto de que hombres y mujeres habían sido creados con distintos fines biológicos –y, por extensión, sociales–. Por esta razón, mientras el movimiento feminista gana batallas para la igualdad, no sólo política sino (más importante) mental, pierde vigencia el discurso de los colegios católicos, apuntalado por la negativa del Vaticano a rectificar sus posturas sobre los usos del cuerpo humano.