viernes, 10 de febrero de 2012

Mathilda, William y Mary

A través de una antigua amante suya, Maria Reveley, William Godwin recibió en 1820 el manuscrito de Mathilda para su publicación. Se trataba de una novela de Mary Shelley, en la que un padre enamorado de su hija se suicida causando el retiro y, finalmente, la muerte de la joven que se “creía manchada por el amor ilícito que había inspirado”. Godwin, uno de los pensadores liberales que más escándalos causó entre los siglos XVIII y XIX –antes de que la época Victoriana uniformara la moral inglesa–, se negó a sacarlo a la luz pública. El tema de la pasión entre padre e hija le pareció repugnante e insistía en que debía publicarse solo si incluía un prefacio en que se aclarara que la protagonista no había cometido incesto. Ninguna de sus críticas a la obra de su hija se conoció más que por biógrafos posteriores. El relato, por fin, llegó a las librerías en 1959 casi un siglo después de la muerte de su autora.
Las censuras de nuestra familia, a veces, son peores que las de nuestros críticos más execrables.

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