Hoy que se
cumplen 100 años del nacimiento de Octavio Paz pienso en un “Ejercicio
preparatorio” que está en su poemario Árbol
adentro (1987). No es solo porque me recuerda a los “ejercicios narrativos”
de José Balza que también designan como borradores en proceso a trabajos
terminados, sino porque allí están los que considero sus frases más
angustiadas.
Primero:
“ Me
confundo
con el aire que
anda por el pasillo.
El aire sin
cara, sin nombre”
Y luego:
“ Me
arrepiento:
no quiero muerte
de fuera,
quiero morir
sabiendo que muero.
(…)
“Sin nombre, sin
cara:
la muerte que yo
quiero
lleva mi nombre,
tiene
mi cara.
Es mi espejo y
es mi sombra,
La voz sin
sonido que dice mi nombre,
La oreja que
escucha cuando callo,
La pared
impalpable que me cierra el paso,
El piso que de
pronto se abre,
Es mi creación y
soy su criatura.”
Qué ironía
pensar en la muerte cuando se conmemora un siglo que Paz se asomó a la vida. Pero
ya se sabe que existir no es si no eso: un tiempo finito.
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