martes, 5 de mayo de 2015

Escritores fantasmas

Al escritor canario Anelio Rodríguez le gusta decir que es un escritor fantasma. Esto se debe a que vive en la isla más chiquita del archipiélago de Las Canarias, a que sus libros se han agotado sin perspectiva de reposición –bien porque las editoriales que los publicaron ya no existen o porque no tienen interés en hacerlo– y, principalmente, porque tiene cinco libros inéditos.
Esto es más o menos lo que escribo en su entrevista, pero mientras la llevo acabo, con el hombre enfrente, pienso en otra cosa: Por un momento se me olvida que converso con un escritor de afuera, uno que no es venezolano. El acento, la pinta, qué se yo… Aunque, pensándolo bien, quizá se deba a que esta cualidad espectral con que Rodríguez asume su profesión lo equipara también con la mayoría de los escritores venezolanos en estos días aciagos de la crisis económica de mi país que con la falta de papel, la erosión de las editoriales y los altos precios de los libros, entre otras vicisitudes, ha dado al traste con tantos derechos humanos, incluyendo el de la bibliodiversidad. Lo que Rodríguez enuncia como una broma sobre sus situación de escritor marginal, la cual él mismo promueve por detestar las falsas luces del mercado, es una tragedia en ultramar: los escritores venezolanos, a pesar de que siempre estuvieron en la periferia, son ahora más invisibles que nunca.

Unos fantasmas son morales, nacidos del suicidio y de la vocación; otros lo son por causas inmorales, multiplicados por una negligencia asesina.

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