lunes, 19 de septiembre de 2016

Melancolía con luz.


En tu pecho hizo nido una tristeza blanca como la luz del Caribe. Con tus manos morenas y huesudas la has doblado varias veces para no mirar la frase escrita a lápiz que tiene en el centro. Han quedado doce puntas visibles. La fluorescencia se quiebra y las esquinas raspan tu garganta cuando intentas tragártela. Sufres amagos de pesadumbre, pero respiras hondo para distraerlos. Sientes un dolor seco y hasta te parece que quizá no duele tanto como debería. Sin embargo, de cualquier cosa lloras y todos los ruidos te suenan como si fueran canciones. Te ataca el miedo a que el tiempo pase y olvides aquellos  colores, sonidos y olores que dejaste atrás. Que la vuelvas a perder de vista, que la mates por segunda vez con una muerte de mengua. También sientes que el tiempo sobra y que nunca te has ausentado. Luego observas cómo, sin hacer el más tenue ruido, el ambiente explota en un halo de luz incandescente y tú misma te encuentras en el centro de tu tristeza, hecha una frase escrita a lápiz. Envuelta en el silencio.

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