“¡Ay, honra! Como eres vida
del corazón principal,
si una vez estás perdida,
nunca, tarde, poco o mal,
le será restituida”
Lope de Vega
La “honra”
es un concepto fundamental en la literatura española. Constituye una red diversa
de discursos e instituciones donde resulta crucial el lugar que ocupa cada
familia en la sociedad. Proviene de la época de los Reyes Católicos, cuando medidas
excluyentes marginaron de la vida pública de los reinos ubicados en la
península ibérica a judíos y musulmanes conversos al catolicismo –llamados “nuevos
cristianos”, en contraposición a los “viejos cristianos”, supuestos modelos de
españolidad–. Se relaciona con la noción de integridad, que fue el atributo más
celebrado en los soldados que emprendieron la Reconquista.

En el
Siglo de Oro la honra fue un sistema de convenciones morales tomadas del catolicismo
e impuesto sobre las minorías religiosas. Para 1850 se había convertido en un
sinónimo de reputación y, aunque habían desaparecido las leyes de pureza de
sangre, se mantenía la creencia de que el linaje determinaba el estatus de cada
quien; es decir: la integridad todavía constituía la interpretación que los
demás hacían del valor de cada quien. A este discurso se enfrentaron las
vanguardias culturales de finales de esa centuria y la siguiente. La
persistencia del paradigma católico en pleno siglo XXI, así como la aparente invencibilidad
de ciertas élites y la celebración de la mujer joven que signa la doncella me
hace preguntarme qué tan lejos estamos hoy de aquella época de las vírgenes y
los hidalgos.
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