lunes, 3 de octubre de 2016

Literatura, enfermedad y deterioro


La desordenada violencia venezolana halla su formulación cultural más poderosa en una literatura cuyo tema reiterativo está en las imágenes del deterioro que vienen instalándose en la narrativa desde una década antes de la formulación del chavismo como opción política. En los últimos veinte años ese motivo se ha convertido en el fundamento de innumerables metáforas entre las cuales se encuentran las imágenes del fracaso institucional y la apología a la nostalgia y las descripciones de una inabarcable sensación de extranjería, de quien vive dentro del país como un extraño o de quien ha tenido que emigrar.
Muchos han llamado “insilio” a esa sensación de exilio dentro del propio país que resulta del profundo deterioro social. Algunas de sus figuraciones pueden encontrarse en novelas publicadas fuera de Venezuela pero no propiamente desde la perspectiva de quienes han emigrado, como Patria o muerte de Alberto Barrera Tyszka (2015) editada por el sello Tusquets y The Night, publicada este año por Rodrigo Blanco Calderón en editorial Alfaguara. En la primera se unen tres hilos argumentales: el de un médico recibe una caja con un celular donde están grabados videos de Chávez antes de operarse en Cuba, el de una niña que vive encerrada en casa debido al temor de su madre ante la violencia urbana encuentra un amigo en Internet y una mujer que se niega a abandonar el apartamento que alquila tiene que soportar la invasión de su arrendataria y de unas ocupas que le hacen la vida imposible. En la segunda novela, la crisis energética de Venezuela que obligó al gobierno a imponer cortes eléctricos a diario durante largas horas sirve de metáfora para la sensación de que el chavismo representa el fracaso de la modernidad. Ambos autores exponen sus ansiedades. Mientras Barrera Tyszka vuelve a la metáfora del deterioro físico que está en e núcleo de su novela La enfermedad, Blanco Calderón construye una novela polifónica en la que destacan los personajes de un escritor fracasado y de un psiquiatra que intentan darle sentido a la distópica realidad en la que viven. Se trata de otro retrato de personajes mediocres, como los de su colección de cuentos anterior, Las rayas donde esta característica toma la forma de seres obsesivos: los melancólicos, los depresivos, los drogadictos y los santos; sujetos que determinan su vida por un ideal que no saben si pueden encarnar en la realidad.
En la descripción de la realidad de nuestro país, los venezolanos hemos creado un género narrativo propio que no solo nos distingue sino del que parece imposible escapar: la narrativa del deterioro.

2 comentarios:

Javier dijo...

La nada que abarca, se trata en la literatura venezolana de una forma tropical de postmodernidad, donde aquellos que sienten sufrimiento derivan en el culpar para mitigar la culpa, reír para acallar a frustración, y la nostalgia como utopía válida para entrar como teóricamente se debe en el desencanto. Sencillas y poderosas conductas, sin contar otras que entran en los cotilleos diarios en forma de argumentos solipsistas que buscan lavarnos la ha herencia: la incapacidad cultivada por años de aceptar realmente al otro si no está dentro del infantil rango de moralidad: si no existe aún asidero tenemos que concentrarnos en conseguir alguien más débil para solventar el terror por un momento. La orfandad, el ïnsilio"lo arrastramos desde las piñatas.

Michelle Roche Rodriguez dijo...

Interesante reflexión, saludos.