jueves, 16 de agosto de 2012

El peso de dulcificar la barbarie


Desde que la mujer apareció como tema literario en los cantares de gesta del medioevo y –un poco después– en las novelas de caballería, no se la vio sino como instrumento de “dulcificación”. ¿De qué otra cosa podría burlarse, si no, Miguel de Cervantes con la díada Aldonza Lorenzo / Dulcinea del Toboso?
Conforme la humanidad fue avanzando hacia el Siglo de las Luces y los hombres se alejaron del salvaje arte de pelearse por sus reyes en los bosques y comenzaron a discutir sobre “legalidad” y “derechos” en los salones, la mujer se convirtió en la herramienta para civilizar a quien era considerado el sexo fuerte –porque por cada débil hay un fuerte, de la misma manera que por cada pobre hay un rico–. De eso se trata el amor gentil, de buscar una mujer pura por esposa. Una capaz de construir, desde el fuero íntimo del hogar, la necesidad del refinamiento. Las cimientes del proyecto moderno están enterradas en el vientre de la doncella.
Pero también por cada doncella hay su puta. La contraparte de la hermosa joven casta es la bruja untosa y sucia en el plano mundano, la misma que, en el plano mental, representaba la lujuria y los instintos salvajes. La bruja, al mostrar las ansiedades de los hombres de su época, se convierte en la representación más coherente de la visión de la mujer que existía en aquella época constreñida en la cosmovisión católica, según la cual estaba torcida, como la costilla de Adán de la cual nació (Esta idea de “retorcimiento” vieme del libro El Martillo de Las Brujas (Malleus Malefic Arum), por medio del cual se persiguió y quemó a millones de supuestas hechiceras a lo largo de los siglos.
Los cuentos de hadas con los que se van configurando las mentalidades de las niñas desde mediados del siglo XIX reeditan constantemente la dicotomía doncella/bruja, sin reparar en las ideas que realmente subyacen sobre estas visiones de la mujer enfrentadas: la pura, convertida en herramienta de socialización del hombre versus la convertida en “impura” por no encajar en la sociedad construida por la racionalidad.

martes, 14 de agosto de 2012

Atropellar a un poeta.

Todas las mañanas siento que voy a arrollar a alguno. Obsesionada como ando por la vida por el correr indetenible del tiempo, con las fechas de entrega, con los horarios invertidos no hay un solo día de mi existencia en el que no sienta que voy a derribar a un poeta para abrirme paso. No lo hago a propósito. A veces imagino que hay uno, parado en la esquina de la primera avenida y la primera trasversal, contemplando de lejos la cursi carajita de Wendy’s, con sus crinejas rojas y su sonrisa anacrónica, preguntándose… algo. Como un bólido sin carro, aparezco en la otra esquina, cartera en mano y zapatos nunca lo suficiente altos, exhibiendo un ritmo al caminar que solo acelera, sino que no cesa. Y, claro, paso precipitadamente exactamente sobre su pie derecho:
– Disculpe usted, diría, mientras el otro me mira con desdén. Aquel observa mi apariencia pedestre de periodista da un suspiro corto y vuelve a sumergirse en sus ideas de eternidad.
En honor a la verdad, tampoco me he llevado nuca por delante a ningún poeta. Es solo que tengo miedo de hacerlo. Y es que la cotidianidad es la manera menos evidente pero más certera de acabar con la contemplación.

martes, 1 de mayo de 2012

Mester Marcano


La década de los años noventa que tan árida fue en el sector editorial fue un momento de intenso trabajo para muchos escritores que ahora apenas comienzan a cosechar los frutos. Pienso en Ana Teresa Torres. Pienso también en Oscar Marcano cuya prosa tiene la exactitud del escalpelo. Entonces comenzaron a cristalizar sus voces aunque las editoriales no estaban para escucharlas. Y qué voces son las suyas.
Solo quiero que amanezca el volumen de relatos de Marcano en 1999 se ganó el ahora desaparecido Premio Internacional Jorge Luis Borges acaba de reeditar Puntocero y va a presentarse en el Festilectura. El libro vale la pena, aunque sea sólo por revisar la división entre los veintitrés cuentos que lo conforman. Los primeros once relatos se agrupan en la sección “Mester de Clerecía” y el resto lo hace en “Mester de Golardía”. Aunque aún no me queda muy claro qué significa Golardía –Internet se empeña en emparentarlo con l neologismo “gallardía”, pero yo no encuentro nada en los diccionarios sobre su fonética que pueda vincularlos– me parece bastante claro que la primera parte se refiere a las historias sobre aquellos que piensan y la segunda sobre historias de aquellos que hacen. Así el tomo de Marcano es un microcosmos del mundo: los que piensan y los que hacen dos contrarios que no siempre son irreconciliables (quizá como otras contraposiciones: ustedes y nosotros, la una y la otra…)

martes, 10 de abril de 2012

Mises y Dulcineas

La (aparentemente inofensiva) obsesión nacional por los concursos de belleza y las mises que –a través de la televisión llega a  molestar a las mujeres hasta en la comodidad de su hogar– puede leerse como una  extensión del mismo mito del héroe privilegiado en el imaginario colectivo de los venezolanos (con sus mesías, sus militares y, por supuesto, el nunca mejor  ponderado Simón Bolívar junto a su cohorte de próceres) en el sentido de que propone a la mujer bella, el arquetipo de doncella, como la compañía del valentón perpetuamente amotinado en nombre de una  supuesta justicia que en este páis llamamos héroe. Si Venezuela es la patria de los hombres-Quijote ¿no le corresponde también ser un país de dulcineas? Así que de alguna manera  las mises (o las aspirantes a) también tienen pretenciones literarias:  Y ¿qué mejor utopía de letras que Dulcinea, aunque para eso tengan que ponerse un par de implantes? 

jueves, 5 de abril de 2012

Cine de escritor


Amanecí pensando en el fenómeno de la perdurabilidad. Anoche, una cifra me acompañó a la cama: en 2006 se presentaron en el país 14 películas venezolanas, el doble que el año anterior. Sin embargo, por más que trato, cuando comienzo a contar directores de cine nacional, no paso de los dedos de una mano, y eso porque a muchos los conozco personalmente. En el caso de la literatura también ocurrió algo por el estilo. En un mercado agobiado por la difícil adquisición de dólares preferenciales, las editoriales trasnacionales, por fin, volcaron la mirada a los autores nacionales. Y comenzó lo que los periodistas nos regodeamos en llamar el boom literario nacional. Y ahora me parece que no era ningún boom. Cuatro años después pueden verse los resultados. No tengo nada en contra de que se publiquen muchos libro y de que se estrenen muchas películas, pero me pregunto ¿cuántas serán perdurables? En el caso de los libros si hay (pocos) ejemplos notables en este sentido que ahora no voy a enumerar, pero que quedarán allí. De esto, lo que verdaderamente me preocupa son los creadores de una sola obra. Mucha de esa bonanza creativa de años anteriores se refería a artistas emergentes que probaban suertes con la ópera prima. ¿Y después de la primera obra qué? Justamente esa primera presentación a la sociedad debería servir para despojarnos de pruritos y permitirnos continuar creando. Claro que sería una estupidez pretender que alguien trabaje proponiéndose obras perdurables. Pero no se puede hablar “autor” o de “cine de”, hasta que no proliferen las obras individuales que atestigüen una visión particular de la realidad. ¿No les parece? Por eso, creo que existe una gran diferencia entre los escritores y los autores.

miércoles, 7 de marzo de 2012

La terrible Caracas

Los caraqueños le tenemos manía al adjetivo “terrible”. Lo usamos con desmesura o lo escondemos en sinónimos y eufemismos. Quizá esto se deba a que nuestras vidas son terribles (del latín terribilis), pero no necesariamente porque causen terror, sino porque son difíciles de tolerar. O quizá lo que causa terror y aquello que es difícil de tolerar son exactamente lo mismo. Nuestra eterna obsesión con el hampa y con el tráfico –las dos discursos más puramente caraqueños que conozco– hacen que vivir en Caracas sea doblemente terrible: que cause terror y que sea difícil de tolerar.

martes, 6 de marzo de 2012

El lugar de la literatura (Santiago Gamboa)

"¿Dónde está la obra literaria? No en el libro. El libro es un objeto formado por papel y tinta que en sí mismo no tiene nada de artístico. La obra literaria está cifrada en el libro, y existe, adquiere vida a través del lenguaje, en la imaginación del lector"

Santiago Gamboa, UDP Dossier
(Revista de la Facultad de Comunicación y Letras dela Universidad de Chile)