Nunca había pensado durante suficiente tiempo qué es lo que me gusta tanto de los ensayos de Julia Kristeva. Pero lo interesante de la escritura es que siempre hay una idea que te ataca, entre la sucesión de párrafos y el extenso bosque conformado por millones de letras, no importa cuán cansado estés. Con Poderes de la perversión, que lo leo por segunda vez, me acaba de pasar algo así. Allí acabo de descubrir que la autora búlgara no realiza un estudio de la femineidad, sino de la marginalidad, en la que el sujeto revolucionario, femenino o masculino, es capaz de irrumpir en el orden simbólico y distorsionarlo.
Lo abyecto que yo tomo de Kristeva explica también por qué me intereso con igual pasión por la investigación feminista que por la búsqueda de lo real sórdido en la literatura venezolana. Si yo siento, como mujer que mi discurso es marginal y abyecto, ¿por qué no voy a poder ser capaz de discernir el discurso de otros en mi otredad que sufren la misma marginación?
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