La noticia de la muerte de Manuel Caballero me entristece. Tuve la suerte de conocerlo y de compartir con él su profundo amor por su país y por el pensamiento. Era él un intelectual cabal. Pensar, una actividad hoy rara y necesaria, fue su vida y su aporte al país ; de ello dan testimonio libros suyos como El orgullo de leer así como Polémicas y otras formas de escritura, para solo nombrar algunos recientes. Sin duda, su cercanía me impelió a ser una mejor profesional. Lo recordaré como uno de los artistas de la Tabla Redonda, un grupo de intelectuales como hubo pocos en Venezuela –entre los que estaban Rafael Cadenas, Jacobo Borges, Jesús Sanoja Hernández y Darío Lancini—, los cuales en su revista homónima de 1959 declaraban que su “preocupación central no era la de tomar el poder, sino la de tomar la palabra”. He allí el trabajo del intelectual real: tomar la palabra cuando todos los demás actores de la sociedad están desesperados por tomar el poder.
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