Cada cronopio vale tres famas. El problema para entender esta simple operación aritmética es que cada cronopio tiene un fama, y solo uno, que le importa. El resto de los famas, como personajes tautológicos que son, existe sólo para mantener la ecuación por la que un cronopio vale un trío de famas.
En otras palabras: un cronopio vale el fama de sus tormentos, a la que ha sobredimensionado pero que no repara mucho en él, el que vive para hacerle sombra pero al cual el cronopio no puede reconocer ni cuando se planta frente a su nariz, y vale también el fama que sabe que ha nacido sólo para que se complete la ecuación vital del cronopio. Este último fama da tristeza, porque sólo es fama por una circunstancia: la suerte. Cualquier día se levanta de una pesadilla y se halla esperanza.
1 comentario:
Indolente no, aburrida no lo creo, ignorante certifico que ni soñando, la suerte es muy rígida para quien escribe y la esperanza es una trampa que deja nuestras tareas a Dios, mejor verdes y húmedos cómo los de Cortazar.
Saludos
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